📅 Publicado el 7 de noviembre de 2025
✍️ Por David Azmitia
El bautismo en el Espíritu Santo no es un evento aislado, es una inmersión continua en la presencia de Dios.
Muchos lo han entendido como una experiencia emocional o un momento sobrenatural puntual, pero en realidad es el inicio de una vida nueva, guiada y fortalecida por el Espíritu que Jesús prometió.
Jesús dijo que enviaría “otro Consolador”, refiriéndose al Espíritu Santo. Esa palabra “otro” en el original griego (allos) significa “otro del mismo tipo”. En otras palabras: el Espíritu Santo vino a ocupar el lugar de Cristo en nosotros.
Así como Jesús caminó junto a los discípulos, el Espíritu ahora camina dentro de nosotros.
“No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.”
(Juan 14:18)
Jesús no dejó a su Iglesia huérfana. Envió a Su Espíritu para continuar Su obra en nosotros:
Enseñarnos (Juan 14:26)
Guiarnos a toda verdad (Juan 16:13)
Fortalecernos (Hechos 1:8)
Recordarnos las palabras de Cristo (Juan 14:26)
El Espíritu Santo no reemplaza a Cristo, sino que lo revela y lo hace real cada día en nosotros.
“Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.”
(Hechos 1:5)
El bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia de llenura, donde el creyente es sumergido completamente en la presencia de Dios.
No es solo hablar en lenguas, ni una emoción intensa. Es recibir poder para vivir y testificar con autoridad (Hechos 1:8).
“Seréis bautizados…”
— Bautismo significa inmersión total, no un toque parcial.
Dios no busca darte una gota de Su Espíritu, sino sumergirte completamente en Él.
El Espíritu Santo es un regalo, pero no se recibe por casualidad. Es fruto de una búsqueda intencional, santa y constante.
1️⃣ Un vaso limpio
“Sed santos, porque yo soy santo.” (1 Pedro 1:16)
Dios no llena vasos sucios.
Si hay pecado, resentimiento o contaminación, el Espíritu no puede habitar con libertad. La limpieza del corazón abre el espacio para Su presencia.
2️⃣ Un vaso vacío
“Nadie puede servir a dos señores.” (Mateo 6:24)
Si estás lleno de ti mismo, de orgullo, de ansiedad o del mundo, no hay espacio para el Espíritu.
Vacía tu vida de todo lo que compite con Dios. Él no hace mezcla: no hay “mistura” entre Su Espíritu y lo carnal.
3️⃣ Un vaso sediento
“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.” (Juan 7:37)
Dios responde al hambre y la sed espiritual.
El bautismo en el Espíritu no es para los curiosos, sino para los que claman con anhelo: “Señor, lléname”.
4️⃣ Un corazón obediente
“Y nosotros somos testigos suyos... y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.” (Hechos 5:32)
La llenura viene sobre los obedientes, no sobre los rebeldes.
Obedecer a Dios abre la puerta para que el Espíritu repose con poder.
5️⃣ Una búsqueda constante
“Sed llenos del Espíritu.” (Efesios 5:18)
El verbo en griego indica una acción continua: “sigan siendo llenos”.
El bautismo no es un recuerdo del pasado, sino una realidad diaria.
Ser lleno del Espíritu es una búsqueda constante, no un evento emocional.
El creyente lleno del Espíritu Santo no depende de un culto o una atmósfera.
Lleva dentro de sí la presencia del Consolador, que guía, enseña, fortalece y transforma.
La vida en el Espíritu es la manifestación diaria de Cristo en nosotros.
“Él mora con vosotros, y estará en vosotros.” (Juan 14:17)
Jesús estuvo con ellos, pero ahora vive dentro de nosotros.
El bautismo en el Espíritu es la presencia viva de Cristo extendida en su Iglesia.
“Señor Jesús, limpia mi vida. Vacíame de todo lo que te estorba.
Dame sed por tu Espíritu. Lléname y bautízame en tu presencia.
No quiero una experiencia pasajera, quiero una relación continua contigo.
Que cada día sea un nuevo Pentecostés en mi corazón.
En el nombre de Jesús, amén.”
El bautismo en el Espíritu Santo no es un lujo espiritual, es una necesidad para todo creyente que desea vivir con poder, pureza y propósito.
Jesús sigue cumpliendo Su promesa: Él bautiza con el Espíritu Santo y fuego.
Y todo aquel que se limpia, se vacía, se rinde y busca… será lleno.