📅 Publicado el 29 de octubre de 2025
✍️ Por David Azmitia
Hoy vivimos una realidad que duele y escandaliza: hay pastores que ni siquiera pueden guiar su propia casa, y aun así lideran la iglesia. Muchos han convertido el ministerio en un negocio, un club social o un trampolín de ego, preocupándose más por su comodidad y estatus que por el crecimiento espiritual real de las ovejas. Y no hablo de crecimiento numérico, sino de ovejas maduras en la gracia y la sabiduría de Dios.
El profeta Ezequiel denuncia:
“¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar las ovejas?” (Ezequiel 34:2)
El verdadero pastor da su vida por las ovejas (Juan 10:11). El falso pastor, en cambio, celebra mientras las ovejas se pierden, siempre y cuando sigan pagando diezmos, ofrendas y no cuestionen su autoridad.
Jesús nos enseñó que un pastor debe dejar las noventa y nueve para buscar a la oveja perdida (Lucas 15:4-7).
Hoy, muchos ministros no se inmutan por la oveja descarriada, porque su prioridad es mantener su imagen y su flujo de ingresos, no restaurar almas.
🙏 Padres sin paternidad espiritual
Algunos pastores se autoproclaman “padres espirituales” de los hijos de Dios, usurpando el lugar que solo pertenece al Señor.
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios... y clamamos: ¡Abba, Padre!” (Romanos 8:14-15)
El verdadero ministerio no busca títulos ni reconocimiento; sirve, protege y ama a las ovejas sin mirar ganancias ni honores.
Primero vinieron los pastores sin llamado, luego la “apostolitis”, y ahora la “profetitis”. Muchos hablan de autoridad, pero ni siquiera muestran el fruto más básico: el arrepentimiento.
Algunas iglesias funcionan más como startups o plataformas de mercadeo, donde los líderes actúan como community managers o empresarios frustrados del Evangelio.
Promocionan cursos, conferencias y suscripciones espirituales, olvidando que lo que se da de gracia, debe darse de gracia (Mateo 10:8).
Y lo más grave: pastores que tratan con cariño y consideración a impíos solo porque dan diezmos y ofrendas ostentosas, aunque sean hijos de Belial… hombres sin ley, abominables a Dios, sacerdotisas de Baal que sirven sangre inmunda en el altar del Señor.
¿Será esto lo que profetizó Daniel cuando dijo que se sentaría la abominación desoladora en el lugar santo? (Daniel 11:31)
No es exageración. No es simbólico. Es la corrupción espiritual dentro del ministerio, donde el altar de Dios se convierte en trono de ganancias y complacencias humanas, y la verdad se pisotea en aras del poder.
El corazón pastoral no se mide por diezmos, seguidores o eventos, sino por lágrimas derramadas, ovejas restauradas y verdades predicadas sin miedo.
El verdadero pastor defiende el nombre de Dios y cuida el rebaño aunque le cueste todo.
“Os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia.”
— Jeremías 3:15