Por David E. Azmitia
Muchos cristianos estarían horrorizados si se les dijera que están adorando a un "baal". Sin embargo, no entendemos lo profundo que es este engaño hasta que observamos lo que realmente ocurrió en la historia bíblica.
En los días del profeta Elías, el pueblo de Israel adoraba a Baal creyendo que adoraban a Jehová. No habían cambiado de religión oficialmente. No habían renunciado al Dios de Abraham. Pero sí habían cambiado su percepción de quién era Dios, y por lo tanto, su adoración estaba dirigida a un ídolo con apariencia de "Jehová", pero que no era Él.
En 1 Reyes 18, el famoso enfrentamiento en el monte Carmelo muestra a Elías desafiando a los profetas de Baal. Pero ¿sabías que el nombre "Baal" simplemente significa “Señor”?
Es decir, el pueblo creía que adoraban al “Señor”… pero ese “Señor” no era el Dios verdadero.
Cuando Elías reta al pueblo y les dice:
“¿Hasta cuándo claudicaréis entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él.”
(1 Reyes 18:21)
No estaba hablando de dos religiones completamente distintas, sino de dos versiones de un mismo Dios:
Una, la que Dios mismo había revelado.
Otra, la que el pueblo había inventado en su mente.
Este patrón no empezó con Elías. En Éxodo 32, cuando Moisés sube al monte Sinaí, el pueblo le pide a Aarón que les haga un dios.
Aarón crea un becerro de oro, y luego dice:
“¡Israel! Este es tu dios que te sacó de Egipto.”
(Éxodo 32:4)
Y al día siguiente dijeron: “Mañana será fiesta para Jehová.”
(Éxodo 32:5)
¡Increíble! No estaban diciendo que iban a adorar a otro dios, sino que ese becerro representaba a Jehová.
Aquí vemos un patrón muy peligroso:
Adoran a Jehová, pero no como Él mandó.
Le dan un rostro distinto, una forma nueva, una adoración según su propia lógica.
Dios había dado instrucciones claras:
“Y si me haces altar de piedras, no las labres; porque si alzas herramientas sobre él, lo profanarás.”
(Éxodo 20:25)
Pero en tiempos de apostasía, los altares se volvieron adornados, escalonados, manipulados.
En el monte Carmelo, los profetas de Baal probablemente tenían un altar impresionante. Gritaban, danzaban, se cortaban. (1 Reyes 18:26–28)
Elías, en cambio, repara un altar sencillo, con doce piedras sin labrar, como Dios lo había ordenado. Y sobre ese altar cae el fuego del cielo.
Muchos grupos de "adoración" modernos dicen cantar al Dios de la Biblia.
Pero observamos escenarios diseñados más para un show que para reverencia, letras vacías de profundidad bíblica, y emociones manipuladas por acordes, no por convicción del Espíritu.
No es que cantar esté mal. No es que tener luces sea pecado.
El problema es cuando eso se convierte en el centro de la adoración.
¿A quién están adorando?
¿Al Dios revelado en la Escritura, o al “baal” de sus emociones, de sus gustos musicales, de sus proyecciones humanas?
Este punto es clave.
Los israelitas no creían que estaban adorando a un dios extranjero.
Creían que ese baal era Jehová.
En hebreo, baal solo significa “señor”.
No pensaban que adoraban a otro dios, sino que tenían una imagen deformada del Dios verdadero.
Y hoy pasa lo mismo.
Muchos dicen adorar a “Dios”, pero cuando analizamos su doctrina, sus prácticas y la imagen que tienen de ese “Dios”, es una caricatura.
Han creado un dios que:
No castiga,
No exige santidad,
No transforma vidas,
No pide obediencia.
Ese no es el Dios de la Biblia. Ese es un baal moderno.
Hoy muchos se conforman con decir que son cristianos. Pero eso no garantiza nada. La verdadera señal no es el título, es la presencia del Espíritu Santo.
“Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.”
(Romanos 8:9)
El evangelio no es para convencer con lógica, sino para convertir corazones. Muchos están convencidos… pero no han nacido de nuevo.
No basta con decir “adoramos a Jehová” si lo hacemos a nuestra manera.
No basta con llamarle “Señor” si ese “Señor” no es el que Él reveló.
¿Estás adorando al Dios verdadero… o solo a una imagen que creaste en Su nombre?
¿Estás en una iglesia que honra a Dios... o en un altar adornado para baal con otro nombre?
Elías no construyó un altar bonito.
Solo uno obediente.
Y Dios respondió con fuego.
"¿Convertido o solo convencido?"
Una mirada profunda a la diferencia entre nacer de nuevo y simplemente aceptar la lógica del cristianismo.